El cuadro fue concebido por Don Bosco quien se lo habló al pintor Lorenzone como un espectáculo que ya había visto: el pintor señaló que, para pintar un cuadro así, se necesitaría un cuadrado y, para contenerlo, una iglesia como grande como Piazza Castello.

 

Don Bosco se resignó a ver reducido su proyecto. Así lo describió: “La Virgen se destaca en un mar de luz y majestuosidad. Está rodeada por una multitud de Ángeles, que le rinden homenaje como su Reina. Con la derecha sostiene el cetro que es símbolo de su poder, con la izquierda sostiene al Niño que tiene los brazos abiertos, ofreciendo así sus gracias y su misericordia a quienes recurren a su augusta Madre.

Alrededor y abajo están los santos Apóstoles y los Evangelistas. Se dejan llevar por el dulce éxtasis, casi exclamando: Regina Apostolorum, ora pro nobis, miran con asombro a la Santísima Virgen. En la parte inferior del cuadro se encuentra la ciudad de Turín, con el santuario de Valdocco en primer plano y Superga al fondo. Lo que más valor tiene en el cuadro es la idea religiosa, que genera una impresión piadosa en quien lo contempla ”.

 

Según la descripción de Don Bosco, el cuadro es una representación eficaz del título "María, Madre de la Iglesia". Es una gran página de catequesis mariana. María, como Madre del Hijo de Dios, es la Reina del cielo y de la tierra: toda la Iglesia, representada por los Apóstoles y los Santos, la aclama como Madre poderosa y Auxiliadora de los cristianos.