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AUXILIADORA, ¡BIEN DISPUESTOS!

Queridos amigos y amigas de ADMA


Nos hallamos plenamente inmersos en el mes de María Auxiliadora. Nuestras casas y nuestras iglesias se llenan de colores, una sana agitación vibra en nuestros corazones, todos quieren honrar a la Madre de Jesús, que es nuestra madre. La actividad salesiana se activa para comunicar en nuestras sedes, con cantos, celebraciones, procesiones, momentos de oración, manifestaciones populares, iniciativas culturales, formativas y de solidaridad, para manifestar sinceramente cuánto amamos a la Virgen de Don Bosco. Durante estos días, miles de personas visitarán a María, para agradecerle las gracias recibidas, los favores obtenidos por su intercesión y continuar rezando por tantas necesidades, situaciones y personas que viven sin esperanza y sin amor, para pedir su intercesión con sincero corazón.

Es una gran fiesta para toda la Familia Salesiana, es la fiesta de nuestra Madre; merece prepararse también en nuestro interior solo con adornos exteriores. Don Bosco esperaba que los chicos del oratorio aprovechasen esta fiesta para convertir su vida y crecer espiritualmente, a ejemplo de María. Uno de los medios más eficaces de la pedagogía salesiana es el sacramento de la Confesión, que Don Bosco recomendaba fervorosamente durante el mes de mayo.


Hace 150 años, precisamente la noche del 31 de mayo de 1873, Don Bosco, después de las oraciones, cuando daba las “buenas noches” a los estudiantes, hizo esta importante afirmación, afirmando que era el “resultado de sus oraciones” y que “procedía del Señor” (sueño).


Durante todo el tiempo de la novena de María Auxiliadora, mejor dicho, durante todo el mes de mayo, en la misa y en mis oraciones particulares, pedía al Señor y a la Virgen la gracia de que me hiciesen conocer cuál era la causa por la que caía más gente en el infierno. Ahora no digo que esto venga o no del Señor; pero sí puedo afirmar que casi todas las noches soñaba con que la causa fundamental era la falta de propósito en las confesiones. Y después me parecía ver a algunos muchachos que salían de la iglesia de confesarse y que tenían dos cuernos. –“¿Cómo es esto?, decía para mí- ¡Ah, esto procede de la ineficacia de los propósitos de la confesión! Este es el motivo por el que hay muchos que van a confesarse con frecuencia, pero no se enmiendan jamás, y confiesan siempre las mismas cosas. Son los que (y hablo de casos hipotéticos, pues no puedo servirme de nada de lo que he oído en confesión, porque es secreto), son los que al principio del año tuvieron una calificación desfavorable y continúan con la misma; los que murmuraban al comienzo del año y continúan murmurando. He creído oportuno deciros esto, porque es el resultado de las pobres oraciones de don Bosco, y procede del Señor.

De este sueño no dijo en público más detalles, pero privadamente se sirvió de él para amonestar a los muchachos. Para nosotros, lo poco que dijo, y la forma como lo dijo, constituye una grave advertencia, que se ha de recordar con frecuencia a los jovencitos (MBe X 61-62).


Es el mismo Don Bosco quien nos invita a una buena confesión durante la Novena, con propósitos firmes y decididos. Sabemos que cuando nos acercamos a Dios con corazón arrepentido y son justas nuestras intenciones, nunca falta el perdón del Señor y su gracia llena nuestra alma. Pero al mismo tiempo es infructuosa si no va acompañada de obras de misericordia para con los hermanos.


Sería como recibir una semilla de un hermoso árbol y no plantarlo para que dé frutos abundantes para satisfacer el hambre de amor y de esperanza de muchas personas.

Sabremos que la reconciliación nos da la alegría del perdón del Padre, reconstruye la comunión con nuestro vecino, nos ayuda a ser “todos hermanos”; y purifica también nuestras intenciones apostólicas, poniéndonos siempre al servicio de la misión.

La confesión es una oportunidad para dejarnos abrazar por el Padre Misericordioso, y por su amor tierno y paciente.


Oremos

Padre, sabemos que llevas el tesoro inestimable de tu vida en vasos frágiles, marcados por la debilidad y el pecado; haznos oír tu voz que nos llamas siempre a la conversión, concédenos responder atentamente, con sincero arrepentimiento y con perdón fraterno y generoso.

Reconciliados contigo por la Pasión de Cristo, mediante el sacramento de la Penitencia, haz que podamos crecer en santidad y pureza y ser acogidos, junto con nuestros jóvenes, en tu abrazo paterno. Por Jesucristo Nuestro Señor.


Os invitamos a preparar una gran fiesta de María Auxiliadora, con una santa confesión. Escuchar la invitación de nuestro Padre Don Bosco es un camino seguro para un crecimiento interior y una buena fiesta.



¡Feliz fiesta de María Auxiliadora!


Renato Valera, Presidente ADMA Valdocco.

Alejandro Guevara, Animador Espiritual ADMA Valdocco.

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