EL PROGRAMA FORMATIVO 2024-2025 DE ADMA: “UNA GRAN SINFONÍA DE ORACIÓN EN EL JUBILEO DE LA IGLESIA”

El programa de formación de la ADMA para el año 2024 - 2025 nos sitúa en el camino del Jubileo de 2025 que, como escribe el Papa Francisco: "siempre ha representado en la vida de la Iglesia un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social. Desde que Bonifacio VIII, en 1300, instituyó el primer Año Santo -con una recurrencia secular, que luego pasó a ser, según el modelo bíblico, de cincuenta años y después se fijó cada veinticinco años-, la Iglesia ha vivido esta celebración como un don especial de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios".

El Papa Francisco señala que el título del Jubileo "Peregrinos de la esperanza" pone en el centro del año jubilar "mantener encendida la antorcha de la esperanza que se nos ha dado, y hacer todo lo posible para que todos recuperen la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras". El próximo Jubileo puede favorecer mucho la reconstitución de un clima de esperanza y de confianza, como signo de un renacimiento renovado del que todos sentimos la urgencia".

El Papa invita a cultivar esta Esperanza mirando los dramas del mundo actual "capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal" y a no cerrar los ojos ante la pobreza rampante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños -especialmente a los numerosos refugiados obligados a abandonar sus tierras- vivir de una manera digna del ser humano. "Que se oigan las voces de los pobres en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a todos el acceso a los frutos de la tierra.

También estamos llamados a recorrer este camino espiritual de conversión "sintiéndonos todos peregrinos sobre la tierra en la que el Señor nos ha puesto" para preservar su belleza. También estamos invitados a ser "cada vez más y mejor signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad", participando en la vida y en la construcción de la Iglesia y valorando todos los carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de otorgar.

Conscientes de que para vivir todo esto no bastan nuestras fuerzas, el itinerario formativo del año seguirá la invitación del Papa a dedicar el tiempo de preparación al Jubileo "a una gran 'sinfonía' de oración". En primer lugar, para recuperar el deseo de estar en presencia del Señor, para escucharle y adorarle. Oración, además, para dar gracias a Dios por los muchos dones de su amor hacia nosotros y para alabar su obra en la creación, que compromete a todos a respetar y a actuar de forma concreta y responsable para su protección. La oración como voz "de un solo corazón y de una sola alma" (cf. Hch 4,32), que se traduce en solidaridad y en compartir el pan de cada día. Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que se esconde en el secreto del corazón. La oración como camino de santidad, que lleva a vivir la contemplación incluso en medio de la acción. En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se abren para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del "Padre nuestro", la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos".

Por tanto, en continuidad con los ejercicios espirituales de verano, nos comprometeremos a profundizar en la oración, partiendo de la escucha de la Palabra, para que se convierta en una ayuda concreta en la vida cotidiana, en pareja, en el trabajo, en la familia.

El camino se dividirá en tres pasos, cada uno de los cuales se dividirá en tres etapas:

1. Primer paso: Escucha y oración de la Palabra: escucharemos la Palabra, con herramientas sencillas y concretas, para orar a la Palabra y con la Palabra, para aprender y reaprender a hacerla vida en nuestras vidas. Intentaremos poner el corazón a la escucha de Jesús, que insiste en hacerse Uno con nosotros. Caminaremos juntos en la escucha de la Palabra para comprender cómo hacer que nos alimente y nos guíe en nuestro camino, dándole espacio en el silencio, acallando nuestros pensamientos para escuchar los de Jesús. Aprenderemos a vivir momentos prolongados de oración, a través de la Lectio Divina y el compartir comunitario de testimonios.

2. Segundo paso: Discernimiento: introducidos en una mayor escucha de la Palabra, daremos algunos pasos para crecer en el discernimiento de espíritus, a través de la experiencia ignaciana, tan querida por Don Bosco y San Francisco de Sales. Creceremos en la comprensión de cómo podemos encontrar, precisamente en la oración, un momento privilegiado y un instrumento concreto para el discernimiento cotidiano, en las pequeñas y grandes opciones. De este modo aprenderemos a interceptar y alejar con prontitud las tentaciones y a acoger las inspiraciones del Espíritu Santo.

3. Tercer paso: Vivir en la Presencia de Dios: finalmente intentaremos aprender un poco más sobre cómo vivir lo que para Don Bosco era la contemplación en acción: cómo la oración es auténtica si se transforma en vida y si transforma nuestras vidas. Pensando en el sueño de los 9 años, quizás hemos llegado al momento de "...ponerse a enseñar la fealdad del pecado y la belleza de la virtud".  Intentaremos comprender lo importante que es continuar la oración en la vida haciendo de la vida oración - alabanza a Dios -,  escapando del pecado y cultivando las virtudes en una actitud alegre: confía, confía, sonríe y actúa.

Haremos este camino cultivando, según las indicaciones del Papa Francisco, una mirada de Esperanza, especialmente para los más pobres. No descuidaremos la contemplación de la belleza de la creación y el cuidado de nuestra casa común. Buscaremos los mejores caminos para ser más y mejor signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad en las situaciones que la vida cotidiana nos presenta.

Pidamos a María que acompañe a la Iglesia, a la Familia Salesiana y a nuestra Asociación en el camino de preparación al gran acontecimiento de gracia del Jubileo.