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EN EL 50 ANIVERSARIO DE 'MARIALIS CULTUS

El Papa Pablo VI publicó una Encíclica magistral titulada "Marialis Cultus" el 2 de febrero de 1974, en la que se explora cómo los cristianos deben rendir culto a María de manera auténtica y profunda. En 2024, se cumplieron 50 años desde la publicación de este documento, un aniversario significativo que nos invita a seguir reflexionando sobre su relevancia continua y la necesidad de actualizar nuestra comprensión y práctica del culto mariano.


En "Marialis Cultus," el Papa enumera cuatro características esenciales que deben estar presentes en la veneración mariana, características que se aplican a todas las advocaciones y santuarios marianos visitados por los fieles.


La primera de estas características es de naturaleza antropológica. María, plenamente mujer y criatura, está más cerca de nosotros en cuanto a su humanidad, que de Dios en su infinitud. Esta cercanía nos invita a contemplar cómo sería María en el siglo XXI, en diversas circunstancias contemporáneas: en el hogar, en la política, en la economía, en la vida social y profesional. Su "genio femenino," un término acuñado por San Juan Pablo II, es esencial para humanizar y hacer más justa nuestra sociedad (Marialis Cultus, n. 34). María, con su aceptación incondicional del plan de Dios, muestra un modelo de vida que es tanto profundamente humano como divinamente inspirado. Al imaginar a María en roles modernos, vemos cómo su ejemplo de amor, justicia y humildad puede influir positivamente en todos los aspectos de la vida contemporánea, ofreciendo una guía para vivir de manera auténtica y con propósito.


La verdadera devoción mariana debe tener un fundamento sólido en la Sagrada Escritura. María es la primera y más perfecta discípula de Cristo, manteniendo su "sí" desde la Anunciación hasta el pie de la cruz. Su intercesión en las bodas de Caná y su firmeza al pie de la cruz destacan su papel crucial en la economía de la salvación (Marialis Cultus, n. 57). Las revelaciones privadas, aunque valiosas y respetadas, no sustituyen la Revelación contenida en la Escritura y la Tradición. La Escritura nos proporciona un fundamento firme para nuestra devoción mariana, desde el Magníficat hasta el Apocalipsis, donde se presenta a María como la Mujer vestida de sol (Marialis Cultus, n. 27).


El culto a María debe manifestarse principalmente a través de la liturgia, que es la oración pública de la Iglesia. Las devociones privadas, como el rosario y el ángelus, son importantes y recomendables, ya que nos ayudan a vivir más plenamente la liturgia. Las festividades marianas en el calendario litúrgico, especialmente durante el Adviento y la Navidad, refuerzan nuestra devoción y oración a María, celebrando sus prerrogativas y su papel en la historia de la salvación (Marialis Cultus, n. 24). La liturgia no solo apoya nuestra devoción mariana, sino que también la eleva y la santifica, integrándola en el corazón mismo de la vida de la Iglesia (Marialis Cultus, n. 15).


María es la Madre de todos los cristianos, no solo de los católicos. Esto incluye a ortodoxos, anglicanos, luteranos y otras denominaciones cristianas. La devoción mariana debe buscar la unidad y no ser motivo de división, respetando y valorando las diversas formas en que cada tradición cristiana expresa su amor a María. El culto mariano ecuménico promueve la fraternidad y la unidad entre todos los cristianos, recordándonos que, en Cristo, todos somos hermanos y hermanas, y que María es nuestra Madre común (Marialis Cultus, n. 32). Su figura debe ser un puente de unidad, promoviendo el diálogo y el respeto mutuo.


María, concebida sin pecado y asunta al cielo, es el modelo perfecto de la santidad a la que todos estamos llamados. Su vida y virtudes son la meta de todos los cristianos, como se detalla en la Constitución Dogmática "Lumen Gentium" del Concilio Vaticano II. María es el icono escatológico de la Iglesia, un modelo de lo que seremos en la gloria celestial (Marialis Cultus, n. 57). Su Inmaculada Concepción y Asunción anticipan en sí misma el destino glorioso de todos los fieles. Al imitar su santidad, estamos llamados a alcanzar, junto a ella, la gloria junto a su Hijo Jesucristo, en quien encontraremos la plenitud de la vida y la santidad.


Es fundamental recordar la importancia de este documento y considerar su actualización para responder a los desafíos y necesidades de la Iglesia contemporánea. Nos ofrece una oportunidad única para profundizar en nuestra devoción mariana, reforzando nuestra fe y compromiso con el mensaje de María, y adaptando su ejemplo y enseñanzas a nuestro tiempo presente.


P. Gabriel Cruz Trejo, SDB Animador Espiritual ADMA Valdocco.

Renato Valera, Presidente ADMA Valdocco.

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