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Es tiempo de alegría y de paz

Queridos socios:

A la luz de la Resurrección de Cristo, os llegue a todos el deseo de paz y de esperanza que trae el tiempo de Pascua y, al mismo tiempo, la alegría del aniversario de la fundación de ADMA -18 de abril de 2023- y por el comienzo del mes de mayo consagrado a María, que pronto celebraremos, con el título, tan querido para nosotros, de Auxiliadora.


Hay una relación muy fuerte entre estos tres momentos, que el calendario litúrgico resalta principalmente cuando, como este año 2023, la fecha de la fundación de ADMA cae entre la Pascua de Nuestro Señor y la fiesta de María Auxiliadora. Como para recordarnos que nuestra identidad comprende precisamente a las dos columnas, a los dos resucitados, Jesús y María.


Nuestra alegría de cristianos, de hijos de Don Bosco y de miembros de ADMA no puede menos de enraizarse en la Pascua que recientemente hemos vivido y de la que nos alimentamos. Es verdad que “la alegría es el gigantesco secreto del cristiano” (Chesterton). Una alegría plena, profunda que nada puede menoscabar por estar cimentada en Jesús que ha vencido a la muerte. Dice el profeta:

Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago” (Ez 37,12-14).


Al mismo tiempo, precisamente porque la gloria no nos la damos solos, sino que es un don que recibimos, nos corresponde desearla, velar por ella y alimentarla.


Dice San Pablo:

Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe, sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4,4-7).



Por esto, si por un lado nos alimentamos de la Pascua, por otro, miramos a María para aprender de ella la “actitud de la alegría”, y magnificar al Señor porque “el Poderoso ha hecho obras grandes en mí” (Lc 1,49). En María descubrimos que también en nuestra vida el Señor ha hecho grandes cosas; de María aprendemos a cuidar la gloria verdadera, con María vencemos la tristeza y el desaliento, guardando en el corazón los acontecimientos de la vida y las fatigas, confiando y esperando. Finalmente, por María y su intercesión hacemos llegar a Jesús nuestras peticiones y súplicas, sabiendo que por ella seremos consolados y no quedaremos defraudados.


Por eso, en este tiempo, invitamos a orar incesantemente para que vuelva la paz al mundo y para que el Señor consuele a quien sufre los desastres de la guerra.


Por eso, Madre de los hombres y de los pueblos, tú que “conoces todos sus sufrimientos y esperanzas”, tú que sientes maternalmente todas sus luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que agitan al mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, como movidos por el Espíritu Santo, dirigimos directamente a tu Corazón y abraza, con el amor de Madre y de Sierva, este mundo humano nuestro, que te consagramos y confiamos, inquietos por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos; te confiamos y consagramos de manera especial, aquellos hombres y naciones que tienen particular necesidad.” A tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas en nuestras necesidades”

(Acto de filiación. Juan Pablo II – Fátima, 13 de mayo de 1982).


Renato Valera, Presidente ADMA Valdocco.

Alejandro Guevara, Animador Espiritual ADMA Valdocco

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