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MUJER DE DISCERNIMIENTO

Si el evangelio de la infancia de Lucas subraya especialmente la aptitud para el discernimiento como característica típica de la personalidad de la joven María, el evangelio de Juan nos presenta a María en el tiempo de su madurez como mujer de discernimiento en el episodio de las bodas de Caná, donde se narra el primer signo realizado por Jesús en su ministerio público. Discernir, en cierto sentido, significa reconocer en el momento presente los brotes del futuro. Traducido al lenguaje salesiano, discernir significa identificar ese punto accesible al bien desde el que se hace posible colaborar con Dios para que las personas que nos han sido confiadas y la realidad en la que vivimos puedan florecer y dar fruto.


"Discernimiento" es una palabra clave en el magisterio del Papa Francisco. En primer lugar porque el Papa es jesuita y es carisma de los jesuitas practicar y enseñar el discernimiento. El discernimiento como tal, sin embargo, ¡no es algo que pertenezca sólo al carisma ignaciano! El discernimiento, de hecho, es un don del Espíritu que todo creyente recibe junto con el bautismo. Pero su puesta en práctica requiere un aprendizaje, un ejercicio continuo de la libertad y de la voluntad del creyente. En segundo lugar porque, en una época de incertidumbre y de grandes cambios como la nuestra, el discernimiento es el camino más seguro, aunque no esté exento de riesgos. En efecto, lo contrario del discernimiento es la aplicación servil de normas y modelos, es la Iglesia/museo en la que hay mucho orden, pero poca vida. La Iglesia que discierne, en cambio, es la Iglesia/jardín, en la que no es posible evitar a priori algo de caos, algunas malas hierbas, algunos troncos un poco torcidos, y sin embargo hay vida y hay frutos de vida: alegría, paz, benevolencia, dominio de sí, amor, magnanimidad, fidelidad a la acción del Espíritu en los corazones y en la historia (Ga 5,22). Por último, la Iglesia que discierne es consciente de que el anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo no consiste tanto en ocupar espacios como en activar procesos.


Precisamente por eso, la capacidad de discernimiento es fundamental para caminar juntos hacia la realización de lo que Francisco llama la conversión ecológica. La ecología integral, en efecto, no es una fórmula mágica, sino un proceso que comienza con la conversión de la mirada. Lo que se requiere es, en primer lugar, aprender a contemplar la belleza de la Creación y la dignidad de todas las criaturas, cada una de las cuales lleva en sí misma la huella de la acción creadora de Dios. Todo lo creado, en su belleza, viene de Dios, pero es confiado a nuestras manos para que lo custodiemos y fomentemos su desarrollo en nombre del Creador. De esta conciencia surge la necesidad de discernimiento: ¿qué debemos hacer para fomentar la vida, en las pequeñas grandes opciones de cada día?


La contemplación de la realidad en su concreción también nos permite reconocer el límite de lo creado. Nada, en efecto, permanece para siempre: toda forma de vida completa un ciclo que va del nacimiento a la muerte. El ser humano, por extraordinariamente parecido que sea al Creador por su inteligencia, su capacidad de relación, de palabra y de creatividad, sólo puede permanecer en la tierra para siempre en la medida en que sea capaz de transmitir lo que es y lo que tiene a las generaciones futuras. Discernir, por tanto, significa también aprender a pasar del criterio del máximo beneficio al de la sostenibilidad, en interés no sólo nuestro, sino también de los que vendrán después de nosotros.


En las bodas de Caná, María es una mujer de discernimiento, porque se preocupa por el futuro de los novios y se pregunta qué puede favorecer o dificultar el pleno desarrollo de su vida en común. El signo del vino, de hecho, va mucho más allá de la necesidad de saciar la sed del momento. El vino representa la pasión por la vida, la capacidad de celebrar su bondad y su belleza, la necesidad típicamente humana de alegría y celebración. María, además, ve en su Hijo lo que aún está oculto a los ojos de todos: el Salvador del mundo, Aquel que puede dar vida en abundancia. María, por último, actúa de tal modo que activa los recursos de todos los invitados. Teje una red, entre los invitados al banquete, que hace que todos participen en el prodigio: los sirvientes; el dueño de la mesa; los novios; el Hijo; los discípulos.

En Caná, María no ocupa un espacio, no actúa como protagonista en la escena, aunque es ella quien pone en marcha el proceso que iniciará la aventura de la fe de los discípulos. María activa el proceso de fe facilitando el encuentro y la comunicación entre las personas presentes en la fiesta. En nuestra vida cotidiana, podemos activar el proceso de conversión ecológica a partir de pequeñas opciones posibles, puestas en práctica conscientemente. Las pequeñas acciones posibles incluyen el valor de hablar, de compartir con la familia, los amigos, los vecinos, nuestra preocupación por la Casa Común. En lugar de multiplicar las iniciativas, también es un signo de conversión ecológica ser capaces de converger en iniciativas comunes junto con otras asociaciones e instituciones de la zona, incluso cuando lo que nos une no es la fe, sino el cuidado de la naturaleza y del prójimo.


El cuidado de las relaciones, el compromiso con el trabajo en red, pertenece por derecho propio a la ecología integral. Por supuesto, se trata siempre de actuar respetando al otro, sus posiciones y convicciones, y también en esto María es una maestra, en el sentido de que nunca se impone. Ante la respuesta de Jesús, que al principio parece contraria a su petición de intervenir, María no muestra precipitación ni decepción. Por una parte, llama la atención de los criados hacia Jesús, disponiéndolos a escuchar a su Hijo, y por otra, deja al Hijo el espacio que necesita para elaborar su propia respuesta, sin insistir ni tratar de imponerse. Y Jesús reconoce la bondad de su intención y de su inspiración. María, en este punto, se aparta y deja la escena a Jesús, a los sirvientes, al dueño de la mesa y a los novios, ofreciendo a nuestros ojos un modelo de acción y de servicio que apunta a lo esencial, no busca el reconocimiento ni el aplauso, sino que está atento al tejido concreto de la vida cotidiana con sus relaciones.

En Caná faltó vino y esta falta amenazó con el fracaso de la fiesta. En el barrio donde vivo, en la parroquia, en la escuela a la que asisto, ¿qué falta o está faltando, concretamente, amenazando el fracaso existencial de los hermanos y hermanas que comparten este espacio conmigo?


¿Qué puedo hacer para fomentar una red de relaciones capaz de asumir esta necesidad ante las autoridades competentes? Escuchar el clamor de los pobres y de la tierra, es importante recordarlo, ¡está unido al anuncio de la resurrección del Señor! En nombre de su victoria sobre la muerte y en la fuerza de su Espíritu que hemos recibido en el bautismo, estamos llamados a hacer todo lo posible por el bien de todos, a hacernos samaritanos de nuestros hermanos y hermanas, como Jesús es el samaritano de cada uno de nosotros. Pedimos a María que nos ayude, que comparta con nosotros su capacidad de discernimiento, para que a través de nosotros Dios renueve la faz de la tierra.


Linda Pocher FMA

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